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Hoy es el peor día para ser deportivista. Te levantas y piensas que lo de ayer fue una pesadilla después de una mala noche. Pero no. Es la triste realidad, como el penalty de Djukic o aquel partido frente al Rayo en 1.983, o el del viejo Tartiere en 1.986. Hay una negra sombra que aparece de vez en cuando para recordarnos que somos gallegos y que en nuestro ADN hay algún gen de fracaso colectivo.
Es cierto que en los últimos 20 años hemos tocado el cielo con las manos, sin embargo hoy quisiéramos solamente seguir soñando con imaginar tocarlo. Pero nos toca el infierno... En momentos como éste es cuando te acuerdas del viejo tango de Gardel, porque te parece que la gloria se ha ido en un suspiro, en un abrir y cerrar de ojos, con una brisa mañanera de la playa de Riazor.
No es momento de pensar en culpables, aunque "haberlos, hailos". Un equipo descapitalizado, cada año peor que el anterior, con una directiva más pendiente de jaleos judiciales y peleas absurdas que de apuntalar al equipo, una prensa con el dedo acusador, pendiente de la más mínima oportunidad de señalar y culpar, un equipo técnico perdido, sin saber a qué y como jugar, una preparación física deficiente con lesiones y más lesiones y luego recaídas y más recaídas y unos jugadores apáticos en muchos partidos. Lo único que se salva es la afición. La afición del dépor no es de primera, es de Champions League, de Copa del mundo, pero, lamentablemente no ha sido suficiente.
Hoy muchos echamos la vista atrás y nos acordamos de muchos: Bebeto, Liaño, Aldana, Fran, Mauro Silva, Nando, Claudio, Djalminha, Donato, Valerón, Rivaldo, Mackay, Tristán, Luque, Flavio, Songo'o y Arsenio (más deportivista que la tela blanquiazul), etc. Creo que en momentos como este debemos rendirles un homenaje y darles gracias por hacernos tocar el cielo con las dos manos.
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